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Una marea de fe acompaña a Jesús Nazareno y la Virgen de la Esperanza en su caminar por Motril

Reportaje Paulino Martínez

Motril@Digital.- En la tarde solemne de la Semana Santa motrileña, las puertas de la Casa de Hermandad, enclavada en la Calle de Las Cañas, se abrieron para dar paso al fervor popular y al recogimiento de una ciudad que se vuelca con su fe. Desde allí, la Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de la Esperanza emprendió su estación de penitencia, en un desfile procesional cargado de simbolismo,Una marea de fe acompaña a Jesús Nazareno y la Virgen de la Esperanza en su caminar por Motril devoción y belleza.

Las veneradas imágenes, salidas deUna marea de fe acompaña a Jesús Nazareno y la Virgen de la Esperanza en su caminar por Motril las manos del insigne imaginero Antonio Martínez Olalla, avanzaban majestuosas sobre sus pasos, envueltas en un silencio roto solo por el eco de las marchas procesionales y el leve murmullo del incienso elevándose al cielo. Más de ciento cincuenta nazarenos conformaban la comitiva, formando un río de fe que serpenteaba por las calles de Motril, cada uno con su luz encendida en el corazón.

La sección del Cristo vestía con austeridad y solemnidad: túnicas y capillos de profundo morado, ceñidos por cordones dorados, y capas blancas que ondeaban con el paso firme. En contraste, los nazarenos de la Virgen portaban capas verdes y cordones del mismo color, símbolo de la esperanza que María encarna para los fieles.

Los tronos, verdaderas joyas procesionales, eran portados con esfuerzo y devoción por 35 y 40 costaleros, respectivamente, bajo la sabia dirección de los capataces Francisco Pérez y Samuel Fernández, quienes guiaban con maestría cada paso al ritmo de los latidos de la ciudad.

El cortejo iba acompañado por el sonoro latido de la Agrupación Musical San Elías y San Juan Bautista de Alcaudete, así como por la armonía serena de la Asociación Musical Bi Bemol de Ítrabo, cuyos acordes tejían un manto sonoro que abrazaba la emoción de cada espectador.

Fue, sin duda, una noche en la que el arte, la fe y la tradición se dieron la mano para escribir una nueva página en el alma de Motril.