Motril se apaga para escuchar al Silencio
Reportaje Paulino Martínez Moré
Motril@Digital.- La Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, popularmente conocida como “la del Silencio”, constituye una de las manifestaciones más sobrecogedoras y solemnes de la Semana Santa motrileña. Fundada en el año 1981, esta hermandad realiza su estación de penitencia partiendo de la Iglesia Mayor de la Encarnación, templo histórico que es, a su vez, uno de los principales referentes del patrimonio religioso de la ciudad de Motril.
El titular de la cofradía es una venerada imagen del Cristo crucificado, una talla de gran calidad escultórica realizada por el célebre imaginero granadino Domingo Sánchez Mesa en la década de los años 40 del siglo XX. Sánchez Mesa, uno de los referentes de la imaginería sacra andaluza del siglo pasado, imprimió en esta obra una profunda expresividad y un patetismo contenido que la convierten en una de las piezas más conmovedoras del arte sacro motrileño.
La imagen del Cristo es acompañada por 150 nazarenos, que visten túnica y capillo negro con cinturón de esparto, evocando el luto, el recogimiento y la austeridad que caracterizan esta procesión. El cortejo, sobrio y silencioso, avanza bajo la única guía del sonido ritual de un tambor situado en la parte trasera del paso y dos bombos en la parte delantera, en una cadencia hipnótica que acentúa la atmósfera penitencial.
El paso del Cristo, sobrio y elegante, es portado por 68 hombres de trono, bajo las órdenes del capataz Francisco Robles. La coordinación silenciosa del grupo, la oscuridad que envuelve el recorrido, y el hecho de que durante su tránsito se apagan las luces del alumbrado público, generan una experiencia mística y única, donde la ciudad se sumerge en el recogimiento absoluto.
Este desfile procesional es una de las muestras más auténticas del espíritu de la Semana Santa motrileña, y representa un momento de introspección, fe y respeto por la tradición. La Cofradía del Silencio ha sabido conservar a lo largo de las décadas un estilo propio, ajeno al estruendo y al boato, apostando por una estética sobria y profundamente espiritual.