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Cuba, el paraíso perdido, o casi

Texto: Enrique Sancho
Fotos: Carmen Cespedosa y archivo

 

No han faltado frases bonitas para definir Cuba: “La perla de las Antillas”, “Un país para perderse”, “La isla bonita” (según Madonna), “Una isla, tres continentes” (según Alexander von Humboldt) o, simplemente “Cuba única”, como la muestra la actual promoción oficial. Aunque el primer piropo a la isla fue de Cristóbal Colón cuando pisó el 28 de octubre de 1492 Cayo Bariay, cerca de Holguín, y la definió como “la más hermosa que ojos humanos hayan visto”. Claro que algo parecido dijo cuando llegó a Puerto Rico un año después: “¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! Esta es la linda tierra que busco yo”, que allí incorporaron a su himno nacional: la Borinqueña.

 

Hay que entender que la experiencia de Colón con bellos paisajes y aguas cristalinas no era muy grande y que las islas del Caribe lo deslumbraran. Ni en Génova ni en Castilla los encontró; tampoco en la isla de Porto Santo, frente a Madeira, casi sin vegetación, donde vivió dos años y, al parecer, tuvo pruebas o confidencias de un náufrago de que había un continente cercano.

 

Paisajes sorprendentes

 

Puede que las bellas palabras sobre Cuba tengan una buena base, aunque el país no esté en su mejor momento. A la isla no le faltan espectaculares paisajes como los del Valle de Viñales y Pinar del Río conocido como la “catedral de la naturaleza” de Cuba, que reúne títulos de Patrimonio de la Humanidad y Reserva de la Biosfera, además de ser el lugar donde se cultiva el mejor tabaco del mundo que, tras el torcido que algunas trabajadoras hacen sobre sus gruesos muslos, se convierte en contundentes puros habanos. Dos espacios de excepción son la Cueva del Indio donde existen pinturas rupestres precolombinas, formaciones geológicas de estalactitas y estalagmitas y el cauce del río subterráneo San Vicente, que puede recorrerse en barca. Otro lugar singular es el sorprendente Mural de la Prehistoria una pintura sobre la pared natural del mogote Pita de 120 metros de longitud, diseñada por Leovigildo González Morillo, discípulo del célebre artista mexicano Diego Rivera y en el que participaron una veintena de campesinos durante cuatro años.

 

Y del tabaco al azúcar, los dos productos principales de origen cubano (también es mala suerte cuando la gente está dejando de fumar y se pasa a la sacarina). Casi al otro extremo del país, cerca de Trinidad, una de las ciudades coloniales mejor conservadas, se encuentra el llamado Valle de los Ingenios o Valle de San Luis, un sistema ecológico y cultural en el que se mezclan monumentos, sociedad y naturaleza al que, curiosamente, se puede llegar desde Trinidad, si no se tiene prisa, en una máquina de vapor de 1919 que funciona como tren turístico con un circuito de dos horas y media. El valle fue una de las regiones azucareras más grandes durante los siglos XVIII y XIX por sus favorables condiciones naturales y sus buenos recursos como tierras fértiles o puertos disponibles para el embarque. Al principio, el terreno fue utilizado por los españoles para la plantación de tabaco, la ganadería y otros cultivos, hasta que llegó el boom de la industria azucarera. Dicho fenómeno repercutió en la ciudad de Trinidad convirtiéndola en una de las de mayor nivel económico y sociocultural de Cuba. De su pasado esplendor poco queda, pero aún se pueden visitar antiguas haciendas y sus restos de arquitectura, como como la torre campanario de Manaca Iznaga desde donde se vigilaba el trabajo de los esclavos y se avisaba de algún peligro. Siguiendo la llamada Ruta del Esclavo se llega al Mirador del Valle que ofrece preciosas vistas sobre la llanura de Trinidad con verdes colinas al fondo. Hay una instalación de tirolinas y un puesto de bebidas y libros, aunque todos son sobre Fidel, Che Guevara y la Revolución (ni en los hoteles de lujo, las librerías de las ciudades o el aeropuerto es posible encontrar libros de otras temáticas).

 

Playas espectaculares

 

Con más de 5.700 kilómetros de litoral (España tiene 7.900 pero cinco veces más superficie) Cuba tiene unas 400 playas, desde algunas paradisíacas y de aguas tranquilas, bañadas por el Caribe, hasta otras salvajes y a orillas del Océano Atlántico, que resultan ideales para la práctica de actividades acuáticas. Pero sin lugar a dudas las más aclamadas se encuentran en los cayos, tales como Santa María, Ensenachos, Las Brujas, Cayo Coco o el espectacular Cayo Largo del Sur. Y aunque no es la más bella, sin duda la más famosa es la de Varadero, con nada menos que 22 kilómetros de fina arena y aguas transparentes, su perenne luz tropical y su exótica y exuberante vegetación. También ahí es donde están los mejores y más lujosos hoteles que tratan de competir con sus enormes piscinas con las aguas del Golfo de México. Claro que también añaden un servicio todo incluido, amplias habitaciones, multitud de bares y restaurantes y un servicio esmerado. A solo 300 kilómetros de la costa de Estados Unidos, no es raro que hasta que Fidel bajó de Sierra Maestra, los turistas americanos disfrutaran de todos los encantos de la isla.

 

Aquellos eran tiempos en que Ernest Hemingway escribía El viejo y el mar o Por quién doblan las campanas, vivía en el hotel Ambos Mundos en el centro de La Habana Vieja y más tarde en su Finca Vigía a 24 kilómetros y bebía docenas de daiquiris gigantescos en una tarde en el Floridita y algunos menos mojitos en la Bodeguita del Medio; en los que Nat King Cole cantaba en Tropicana y eran visitantes habituales Marlon Brando, Ava Gardner o Errol Flynn. Claro que también eran asiduos Lucky Luciano y Meyer Lansky, cerebro comercial de la Cosa Nostra cubana… y Fulgencio Batista que manejaba la isla como si fuera su finca privada, que se otorgó un salario anual superior al del presidente Truman de Estados Unidos. Pocos saben que Batista vivió diez años en Marbella donde murió en 1973 y está enterrado en el cementerio de San Isidro de Madrid.

 

Pero volviendo a las playas y aunque las hay muy bellas en Cuba, como la preciosa y turquesa Playa Pilar, en Cayo Guillermo al norte de la isla; Punta Arena en Cayo Levisa, una de las pocas playas vírgenes en Cuba donde se puede pernoctar en cabañitas de madera en la propia arena rodeados de palmeras y vegetación; Punta del Mentiroso en Cayo Jutías, cerca de La Habana, donde puede acamparse, aunque hay que tener cuidado con los mosquitos; Playa Mojito en el popular Cayo Coco, también en el norte, muy visitada por los turistas y con unas puestas de sol únicas… Pero sin duda las playas que aparecen en los primeros lugares entre los turistas y los expertos son las de Cayo Largo del Sur, en la Isla de la Juventud, pleno Caribe, donde, por cierto, estuvo preso Fidel Castro y el poeta nacional cubano José Martí, que da nombre al aeropuerto de La Habana. Es el lugar perfecto, con paradisíacas playas de fina arena blanca, entre las que destacan Playa Paraíso y Playa Sirena, una infinidad de preciosos arrecifes de coral, espectaculares resorts y turistas de todo el mundo, aunque sin aglomeraciones. Además de por su estratégica posición, esta apasionante isla posee un cierto atractivo histórico al haber sido tierra de paso de los más famosos piratas y corsarios de los mares.

 

Para los amantes del submarinismo o buceo, este es su destino. Es uno de los principales puntos de inmersión de Cuba con espectaculares formaciones de coral y los asombrosos peces tropicales que habitan sus aguas, además de alguna barracuda o un tiburón nodriza; también se puede nadar entre delfines. Y en tierra pueden contemplarse hermosas iguanas y es el lugar ideal para admirar cómo cientos de tortugas marinas ponen sus huevos en la cálida arena blanca. Curiosamente, también es el lugar perfecto para los practicantes del naturismo que conviven en perfecta armonía con el resto de visitantes.

 

Ciudades con historia

 

Naturalmente, otro de los puntos fuertes de Cuba son sus ciudades coloniales. Sancti Spíritus y Santísima Trinidad son las más antiguas, fundadas a comienzos del siglo XVI por el adelantado español Diego Velázquez. Esta última es tal vez la más conocida y visitada ya que cuenta con uno de los conjuntos arquitectónicos coloniales más completos y mejor conservados de todo el continente americano. Hecho que ya fue reconocido por la UNESCO en 1988, cuando fue declarada Patrimonio de la Humanidad. En la actualidad Trinidad es considerada como una ciudad-museo con estrechas calles adoquinadas, algunos edificios restaurados, bellas iglesias y fantásticos patios, que le otorgan esa atmósfera típicamente colonial, y en ella destacan la Plaza Mayor y la iglesia Mayor de la Santísima Trinidad, que alberga entre sus piezas más valiosas el famoso Cristo de la Vera Cruz. Ese centro histórico está bien conservado, pero fuera de él, muchas de las casas y calles están un tanto abandonadas, con paredes desconchadas, basuras en las esquinas y, como en todo el país, gente indolente en la puerta de sus casas descansando no se sabe de qué, sentada en las mecedoras. No se les ve leer un libro, que no hay, cuidar una huerta porque no hay agua o pintar una pared porque un galón de pintura cuesta el sueldo de un mes (no más del equivalente a 20 euros).

 

Otras ciudades destacadas son Holguín, Granma, cuna de la Revolución y nombre del diario oficial, Matanzas, Camagüey… Mención aparte merecen Santiago de Cuba, la segunda ciudad en importancia del país caribeño y en el extremo de la isla, por lo que no es muy visitada. Gracias a su situación privilegiada fue la primera capital del país durante un tiempo y puerta de entrada de los primeros esclavos negros a Cuba y, con ellos, sus tradiciones que aún se conservan. También cabe destacar Cienfuegos, la “Perla del Sur de Cuba”, con un grato ambiente marítimo y bellos parajes naturales. Ofrece uno de los núcleos urbanos más homogéneos y mejor conservados de Cuba en cuanto a arquitectura, repleto de fachadas clásicas y esbeltas columnas que aportan un ambiente que recuerda a la Francia del siglo XIX, en la cual se inspiró. De hecho, la ciudad fue fundada en 1819 por un emigrante francés, Luis D’Clouet. Estas fueron algunas de las claves para que se declarase Patrimonio Mundial por la UNESCO en 2005. En la propia bahía se puede leer un cartel que dice “La ciudad que más me gusta a mí”, citando las palabras que dijo el famoso cantante Benny Moré, que tiene una estatua en la calle principal. En el centro de la ciudad está el Parque José Martí, a quien está dedicadas infinidad de estatuas y monumentos en todo el país, fue político, diplomático, poeta, ensayista, periodista y filósofo, fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra de Independencia de Cuba. En el parque se dan cita la catedral, el Teatro Tomás Terry y varios museos y galerías, además de un mercadillo para turistas que ofrece tosca artesanía, igual en casi todos los puestos.

 

Y, por supuesto, La Habana

 

Cuba no sería casi nada sin su capital, La Habana, una ciudad llena de paradojas y contradicciones (así la describe una guía oficial). Paseando por sus calles y plazas se descubre a los niños jugando al béisbol, algunos en horas de colegio, trovadores ambulantes, abuelos jugando al dominó en un portal, jóvenes sacando brillo y realizando el mantenimiento a un Plymouth de 1955 en plena calle, entre los cientos de autos clásicos de diferentes épocas y estilos, con curiosos predominio de los de color rosa y morado, que convierten el parque móvil en uno de los más icónicos a nivel mundial y que sorprenden funcionando a la perfección teniendo en cuenta que no tienen piezas originales… y, en general, ese modo peculiar con la que los habaneros se proyectan, crean, debaten, viven, sobreviven y, sobre todo, disfrutan la vida.

 

La Habana Vieja, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982, es el casco histórico de la ciudad, formado a partir del puerto y la Plaza de Armas. Aquí se encuentran monumentos antiguos, fortalezas, iglesias, palacios… algunos de ellos auténticas joyas arquitectónicas de diversas épocas y ofrece una de las colecciones de edificaciones urbanísticas más completas de toda América, solo comparable, aunque más extenso, a los centros históricos de otras ciudades coloniales de la región, como Cartagena de Indias, el Viejo San Juan, la zona colonial de Santo Domingo o el Casco Antiguo de Santo Domingo. Solo esta zona de la ciudad alberga cerca de un millar de edificaciones de importancia histórica con diversos ejemplos de una distinguida arquitectura que va desde el Barroco hasta el Art Déco. El eje principal es la popular y populosa calle Obispo que también es el mejor camino para llegar a dos de los iconos populares de la ciudad que Hemingway hizo famosos: la Bodeguita del Medio y el Floridita, ambos muy visitados por él y donde disfrutar las dos bebidas más características de Cuba: el mojito y el daiquiri, y también, como el escritor Premio Nobel recomendaba: “No te molestes en descubrir iglesias, edificios o plazas de una ciudad. Si quieres conocer su cultura, pasa una noche en sus bares”. Algo que él practicaba con frecuencia seguramente, como también decía: “Un hombre inteligente a veces se ve obligado a estar borracho para pasar tiempo con idiotas.”

 

Al otro extremo de La Habana Vieja está Centro Habana, uno de los emplazamientos más bonitos y alegres de la capital cubana, en él se encuentran algunos de los edificios más interesantes y emblemáticos de la ciudad y del país, como es el caso del Capitolio Nacional de Cuba que pretende competir con el de Washington, pero un metro más alto, un metro más ancho y un metro más largo. En el centro del largo y muy decorado pasillo central está el salón de los Pasos Perdidos y una estrella en el suelo que marca el Kilómetro Cero de la isla. Lo marcaba un grueso brillante que fue robado y recuperado tras una compleja andadura y hoy se tiene a buen recaudo.

 

Junto al Capitolio está el Paseo José Martí, con su estatua correspondiente, y el Parque Central donde se encuentran algunos de los más hermosos edificios de la ciudad de un eclecticismo un tanto pretencioso que se empeñaban en demostrar con muchos arabescos, columnas y volutas cuanto dinero y prosperidad había habido en la ciudad a principios del siglo XIX. Dos de esos edificios tienen sello español, el antiguo Centro Gallego convertido en Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, sede del Ballet y de la Ópera Nacional de Cuba, y el también antiguo Centro Asturiano, devenido en Museo de Bellas Artes que muestra obras de los principales artistas cubanos, como Guillermo Collazo, Rafael Blanco, Raúl Martínez o Wilfredo Lam.

 

Hay todavía mucho que ver en La Habana, pero para tener una idea de la ciudad es imprescindible recorrer, al menos una parte, del Malecón que con ocho kilómetros de longitud es uno de los puntos de reunión preferidos por amantes, poetas, trovadores, filósofos y pescadores. Goza de un ambiente especialmente apasionado durante el atardecer, ya que es aquí donde se puede apreciar uno de los ocasos más bellos de la isla. Durante las noches de verano el Malecón adquiere un ambiente extraordinario gracias al carnaval, donde se mezclan razas y costumbres con paseos de carrozas e incansables comparsas. Una gran fiesta donde el sonido tradicional de los tambores se mezcla con modernas canciones de salsa y reguetón. Se trata, como dicen ellos, de gozar la papeleta. Llaman la atención la cantidad de jóvenes y niños que se reúnen muy cerca del castillo de San Salvador de la Punta y El Morro con sus modestas cañas para intentar pescar algún pequeño pez que alivie la cena de ese día.

 

El turismo, ¿la solución?

 

Mientras se mantengan los criterios políticos que guían a los dirigentes cubanos, casi la única posibilidad de mejorar la situación en Cuba es el turismo, por ello apuesta el actual titular de la cartera ministerial, Juan Carlos García Granda, pero la realidad es que los objetivos que se propone no pueden cumplirse y el descenso de llegadas de turistas extranjeros baja de año en año. Para 2024 estaban previstos 3.2 millones que luego se rebajaron a 2,7 pero en septiembre la cifra era de 1,7, no parece posible que se consiga un millón más en el último cuatrimestre, cuando la isla ha sufrido el paso de los huracanes Rafael y Oscar y dos seísmos, además de los apagones y los cortes de agua.

 

Pese a ello, todas las fichas siguen apostándose al mismo color, el turismo. García Granda indica que el sector cuenta con una planta hotelera renovada que “supera las 80.000 habitaciones, de ellas el 75% en hoteles de cuatro y cinco estrellas, y la presencia en la gestión hotelera de 18 cadenas extranjeras de reconocimiento internacional”. Sin duda una parte de los beneficios que generan irán al Gobierno cubano, pero como es lógico el principal bocado se quedará en las propias cadenas, la mayoría de ellas españolas, sobre todo Meliá e Iberostar que ofrecen varios hoteles de lujo en distintos lugares de la isla, o en las líneas aéreas que vuelan a La Habanaa, también varias españolas. Poco queda para los cubanos, así se explica que un afortunado camarero de unos de los grandes hoteles españoles todo incluido, apenas gane 30 euros al mes y no puede quejarse porque al menos come todos los días, aunque sea lo que los turistas dejan en los bufés.

 

Como un intento de animar a los viajeros españoles, hace unos días se ha celebrado en Cuba el Congreso Internacional de FEPET (Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo) que ha reunido a medio centenar de periodistas para que conozcan los atractivos de la isla y los difundan en España.

 

Cuba según Leonardo Padura

 

Para conocer la historia reciente y la realidad actual de Cuba y su capital, nada mejor que dejarse guiar por el escritor cubano Leonardo Padura y su más reciente libro “Ir a la Habana” (Tusquets Editores, octubre 2024) en el que combina sus impresiones sobre el país y su capital con fragmentos de sus novelas, protagonizadas casi siempre por el detective Mario Conde. Aunque lleva casi 70 años viviendo en el barrio de Mantilla en las afueras de La Habana, no ahorra críticas a la ciudad, a algunos de sus habitantes y a los líderes antiguos y actuales de la Revolución. “Los edificios en distintos niveles de deterioro y aquejados por la atávica falta de pintura han sido acompañados por la devastación de las vías, el empobrecimiento de espacios públicos, el florecimiento de vertederos de desperdicios. Ha sido un fenómeno generado por una mezcla de precariedad económica y desidia institucional y que ha contaminado los comportamientos individuales que se manifiestan en una alarmante pérdida del sentido de la urbanidad y de pertenencia ciudadanas, abocando a la villa a ese doloroso estado que provoca sus alaridos”.

 

Son muchas las críticas de Padura al furor revolucionario que llevó en 1968, casi diez años después de la Revolución, por ejemplo, a “intervenir” restaurantes, fondas, barberías, talleres, puestos de frita y hasta sillones de limpiabotas para luego otorgarlos a gente sin experiencia. O la sustitución de las pequeñas huertas de hortalizas y frutales en el Cordón de la Habana, por plantaciones de café que nunca prosperaron. O la explicación que dio un funcionario del Ministerio de Pesca de por qué comer pescado en La Habana era un lujo, ya que en los mares que rodean la isla hay pocos peces (¡!) y en cambio se alentaba el consumo de jutías un roedor salvaje carroñero en vías de extinción.

 

No faltan los datos económicos humildes: “Los miembros de mi generación, luego de años de trabajo, se jubilan con pensiones de unos dos mil pesos, cuando hoy, ahora, un cartón de treinta huevos se cotiza en tres mil pesos… Cuenta fácil: el dinero no les alcanza ni para comer un huevo diario, mientras los productos subsidiados por la libreta de abastecimiento (o de desabastecimiento) son cada vez menos, ya insuficientes para subsistir una semana”. El llamado milagro cubano es que muchos cubanos viven de milagro, también se dice que en Cuba es muy importante tener FE: Familiar en el Extranjero.

 

Pero también hay lugar a la esperanza. “Si el milagro cubano es que los cubanos viven de milagro, el misterio habanero es que la ciudad, a pesar de todos esos pesares, sobrevive y, orgullosa de su historia y su prosapia, de sus bellezas patentes, sigue siendo un sitio al que muchos quieren ir, en el que otros muchos empecinados queremos estar, a pesar de todos los pesares, que son muchos”.